domingo, 4 de marzo de 2018

Qué bonito

A menudo y desde siempre, he sentido la acuciante necesidad de bajarme del mundo.
Darle al pause.
Rebobinar.
Tirar de ese freno de emergencia en el tren.
Tal vez saltar en la última oportunidad a uno de esos vagones de madera de cola, cargada con un hatillo.
Levantar la aguja del tocadiscos.
Ponerme tapones para dejar de escuchar esa melodía acelerada...
Una canción que nunca acaba.
Ojalá pudiera echar a volar, contigo de la mano. Ojalá pudiera quitarme esos zapatos de plomo. No me dejan volar. No me dejan ni andar. Las breves ilusiones de felicidad que me has dado han sido tan intensas que parecieron reales.
He vuelto a equivocarme.
Pero qué le voy a hacer si te quiero por encima de tus posibilidades...
Qué bonito sería estar siempre a tu lado.
Qué bonito sería tener con quién contar.
Qué bonito el amor cuando lo sientes.
Como duele dar y que nunca te devuelvan.
Si me conoces 1/3 de lo que deberías, sabrás que siempre prefiero dejar que otros hablen por mí.
Por eso hago mía la frase que la sensible, feminista y sufridora profesional Frida Kahlo le dijo a su amor: "Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a través de mis ojos. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí".
Pues eso.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Las horas pasan deprisa.

Son más de una y más de dos las caretas en mi armario.
Muchos más los disfraces que cada día me quieto y me pongo.
Incontables los intentos de resguardarme del frío acero.
Y a tus ojos, llevo un vestido de vulnerabilidad. 
Y aún debajo, una fina y frágil piel de miedo y duda que no sé si has visto ya.
Antes de que te vayas.
O antes de que me dejes irme.
Me gustaría mostrarte la mejor versión de mí,
la que lleva años escapándoseme.
Esa fuente que aparece en sueños y que no puedes alcanzar. Hasta que la sed te despierta.
Si el ansia de perseguir quimeras me nubla la vista, no dejes que esa sed me ciegue.
Si esto es un sueño, que no me despierten. Si estoy despierta, no dejes que me duerma otra vez.

"Natural woman", Carole King.  

Si me oyes, nena, traéte de vuelta.
Y devuélveme vivir sin miedo. 
Hazme sentir las mariposas en el estómago.
Dame lágrimas y alguien para compartirlas. 
Ahoga mis penas con la radio, el papel, la pantalla y los paseos. Con los deseos. 
Vuelve para ahogarme con tus ilusiones. 
No te olvides de la brújula que me lleva de vuelta a nuestro antiguo caminito sin cruces que tomar.
Sabes que sigo queriendo llegar a ese claro en el bosque que buscamos juntas desde niñas.
El que no encontramos entre bailes sin música ni en conversaciones silenciosas. 
Al que no nos llevó el agua de las acuarelas ni ese cielo gris poblado de gaviotas.  
Préstame tus oídos para que pueda escuchar aquella música como lo hacías tú y enséñame a llorar por todo aquello que no importa. 
Voy a echarte de menos eternamente. Nunca más se me debería permitir pensarte. 
Porque, como dijo Sabina, "no hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió".

"Con la frente marchita", Joaquín Sabina. 


Supongo que con un dedo no se tapa el sol. 


"A puro dolor", versión de Pitingo. 

Y aún aprendiendo a vivir, a sobrevivir, sin a penas caminar, echo a volar sin quererlo. 
No he podido perderte del todo, pequeña, porque aún queremos lo mismo. 
Sí, la película completa.
Volveré a creer en aquello en lo que juré no volver a caer. 
A tumba abierta. Sin reservas. 

Y si ya nadie me canta "no consigo olvidarte, ojalá estuvieras conmigo", cántame otra, lo dejo a tu elección. 
Pero nunca dejes de cantarme.
Y llévame a "esa tierra buena que mana leche y miel". 


Para esa niña a la que le pido ayuda y para aquel que quiera recibirla conmigo; saga recomendadísima: Karate Kid. En este fotograma, Pat Morita y Ralph Macchio.







lunes, 31 de julio de 2017

Y Madonna dijo cómo era ser mujer.



De por qué no se debe bromear sobre la violación.

En la comodidad de nuestro desafortunado llamado “primer mundo”, todos los que vivimos imbuidos en la falacia de la clase media, a veces no nos damos cuenta de nada.

Y las bromas son bromas. 
Los hechos, accidentes aislados.
Muchas denuncias, falsas. 
Y cuántas veces las denuncias son fruto de la propia culpa. Y
cuántas veces lo que ocurre no está claro, porque ella tomó alguna decisión "equivocada": alcohol, drogas, minifaldas, bailes, tonteos, besos, … 
Tal vez no gritó lo suficiente ni peleó lo bastante. 
Tal vez se quedó quieta y catatónica. 
Puede que sólo alcanzase a llorar, sin articular palabra.

La violación no es una broma.

La violación es una amenaza.

Y es una amenaza que nos asedia a todas día y noche, siempre.

Cualquier mujer sabe que no está del todo a salvo. 
Buscamos quien nos acompañe de vuelta a casa cuando oscurece. Cualquier mujer ha tenido que frenar a un hombre diciendo que tiene novio, pues el susodicho va a respetar más a ese novio falso y omnipresente que a ella.
Todas hemos tenido que avisar de haber llegado sanas y salvas a casa, como si fuera una proeza.
Hemos contenido la respiración y acelerado el paso al caminar solas por la calle. Cuando un coche pasa despacio o cuando un par de chicos están sentados en tu portal.
Todas hemos fingido hablar por teléfono cuando volvíamos a casa, o lo hemos hecho de verdad.

Todas tomamos precauciones, porque NINGUNA mujer quiere ESO. Sea cual sea su comportamiento, identidad u orientación sexual, nadie quiere ESO.

Muchas víctimas de abusos sexuales y violaciones dicen haber preferido la muerte.

Porque cuando un hombre se apodera de ti, aunque sólo sean 5 minutos, es un golpe del que nunca te recuperas del todo. 
Porque sus 5 minutos de gloria fueron los peores 5 minutos de tu vida.
Aquellos que nunca podrás olvidar, que mientras trascurren te dejan ver que ya nunca serás la misma. 
La agonía, el dolor físico y emocional, el rezo para que se termine pronto y que no vaya a peor, la impotencia total y lo peor; la culpa y el remordimiento por estar sufriendo a manos de otra “persona”. 

Ese ser al que no le importan tus gritos, ni tus sollozos, ni el llanto ahogado
Ese que te mira sin verte. 
Porque no ve a un igual. 
Te ve a ti, mujer.
Un pedazo de carne que quiere apretar, arañar, morder y golpear. Un juguete que es suyo. 
Una boca y un sexo que quiere tomar y va a tomar. 
Hasta que acaba triunfalmente. 
Entonces sí. 
Entonces te ve. 
A ti. 
Mujer. 
Te ve como a una persona, inferior, pero persona.
Esa persona sobre la que ha vencido, a la que ha humillado, ese monte donde clavó su bandera, el territorio conquistado a base de fuego y destrucción.

La mujer que pasa por eso no volverá a sentirse limpia del todo. Nunca podrá olvidar la cara de ese ser repugnante, ni su voz, ni su olor. 
Jamás volverá a sentirse segura y dudo mucho que pueda volver a confiar en nadie.

Y es así como te vuelves una sombra de lo que fuiste. 
Te apagas y tiras la toalla, porque estás indefensa. 
La realidad te ha golpeado con fuerza. 

Así que no, cuando hacen un chiste sobre violación, no te ríes. Tampoco debates sobre los límites del humor, ¿sabes por qué? Porque lo has vivido. Porque lo que te ha pasado es tan terrible que la energía que te resta no la puedes emplear en fútiles debates pesudofilosóficos y piensas “qué más da, que bromeen, a mí ya me ha pasado, seguirá pasándoles a otras y puede que vuelva a pasarme. Qué más darán los límites del humor, qué me importa ya la libertad de expresión y el derecho a expresarse… A mí me han quitado la libertad y han escupido sobre mis derechos, pero a nadie le importa".

Canción que da título al post: What it feels like for a girl, Madonna. 
Fotograma de la película Acusados, con la actriz Jodie Foster, que interpreta a una víctima de violación en grupo a la que no quieren creer. Basada en hechos reales, le valió el Oscar a mejor actriz protagonista en 1988.

Película recomendada: Acusados (1988).

miércoles, 14 de junio de 2017

¿Cómo puedo decir que estoy viva?

Hay quien me conoce y cree que sé bastante sobre música. Al menos lo bastante como para hacer recomendaciones. De todo el tiempo que paso despierta, puede que más de la mitad esté escuchando canciones. Así que sí, conozco muchas, y hoy conozco justo las que necesito para contar cómo me siento.

Voy a sentarme aquí sola para contarme los dedos porque no hay otra cosa que pueda hacer. Mientras me siento como si no tuviera que estar aquí, como si estuviera acabada. Y si llueve, contaré las gotas de lluvia, me asomaré a la ventana y las sentiré caer. Caerán como sé que lo harán todo aquello con o que contaba, todo aquello en lo que pensaba apoyarme. Sin motivos para continuar, voy a resignarme, sentarme y contarme los dedos; como una pequeña niña triste, desafortunada e infeliz. 
"Little Girl Blue", Janis Joplin.



Parece que nadie sabrá nunca lo que siento. Supongo que parezco feliz y que he olvidado cuánto me cuesta sonreír. Voy viendo mi vida pasar como la broma macabra que el destino le gastó a Sabina, sola en medio de un montón de gente sin nadie que lo comprenda. Y todos mis recuerdos felices, y esa infancia solitaria y aquel verano maravilloso se han ido, "se perderán como lágrimas en la lluvia" (frase de la película "Blade Runner") cuando yo no esté. Y ya no estoy. Así que todo se ha perdido. Porque me he hecho vieja derepente, "sin arrugas en la frente pero con ganas de morir".


El actor Rutger Hauer en el papel de Roy Batty en Blade Runner

Si tú, o tú, o éste o ése o aquél hubiesen sabido que todo lo que parecía seguro y fuerte era una quimera quizá me hubieran llamado para cantar toda la noche algo así como "que estamos para quedarnos". Pero me estoy haciendo mayor y ese viaje se va marcando en mi piel. Tal vez si la lluvia no les hubiese impedido verme, si es que querían hacerlo, el tocadiscos de mi memoria cambiaría de vinilo.

Y no dejo de oír esa voz de lamento dentro de mí y sus "ojalás!:
Ojalá hubiese aprendido algo de todo esto. 
Ojalá realmente volviese a ser yo y supiera negarme y decir que no. 
Y decirlo de verdad. 
Ojalá perdiera esa acuciante necesidad de satisfacer y agradar a los demás que ni funciona ni me trae nada bueno. 
Ojalá recuperase lo que perdí tras 4 años descomponiéndome y oxidándome a base de respirar.
Ojalá no me quedase un gramo de inocencia que me hiciera creer que algo puede cambiar, que alguien puede cambiar, o, lo peor, que yo puedo cambiar algo.

Si no tengo ni valgo nada. Y sigo viva de todos modos porque aún tengo un corazón que bombea sangre y unos pulmones capaces de respirar. 

Camino sola por la calle y siento mis pies arrastrarse por el fango mientras la luz del cielo, aún nublado, me ciega.
Siento el desierto de la ciudad tan llena de gente sin alma y pienso en que me ha llevado demasiado tiempo darme cuenta de que cada vez que pienso me equivoco. 
Recuerdo que solía pensar que esto sería más fácil, como lo está siendo para el resto. 
Y aunque no lo parezca y aunque ni yo misma conserve la fe en mí, no para de intentarlo y pienso "tal vez aguantando un poco más el año que viene se feliz, aunque ahora esté llorando".
Cometo los mismos errores y me fío, y confío y para no caer en la desesperación pienso en qué diría Scarlett, "mañana será otro día" (frase de la película "Lo que el viento se llevó"), e intentaré volver al hogar. 

Voy a sincerarme y admitir que nunca he encontrado un lugar en el que me sintiera cómoda. Nunca he tenido la fuerza suficiente de soportar la espera para que eso pasase. Tal vez deba pedir perdón por volver a irme, pero tampoco es que os importe. 
A pesar de esta insatisfacción, no puedo desear nada más de lo que tengo ni olvidar que nada de lo que tengo es mío. Tuve sueños y planes, y aunque ya nada me retiene, no sé qué fue de ellos. Me queda el pensamiento. 
Así que me encierrro.
Construyo un muro en rededor. 
Y rezo porque no caiga.
Tengo tanto miedo de fallar que ni siquiera lo intento...
¿Cómo puedo entonces decir que estoy viva?

lunes, 23 de enero de 2017

"Los árboles están en el jardín sólo mientras haya alguien para percibirlos", George Berkeley

Si se hiciese una película sobre mi vida, no sería la protagonista. 

Llega un momento cada día, al caer la noche, en el que me invade una profunda angustia. Temor, tristeza, el más absoluto vacío. Sin más motivos que pensar en pasar una noche más, durmiendo o en vela, me es igual. Sin más motivos que volver a ver amanecer.

Con  un egoísmo y una ignorancia supinos, crecientes.

Y cada día cuando amanezco, sin importarme ni cuándo ni por dónde ha salido el Sol, siento pánico. La sensación de peligro inminente. Amenzas que me acechan. Un peso sobrenatural en mis hombros, un peso ficticio. Las peores sensaciones y los peores sentimientos, los más detestables pensamientos se agolpan en mi cabeza y en mi pecho y formando un embotellamiento del que no puedo salir.

A menudo pienso en lo rápido que han pasado estos últimos años. En cómo los he dejado pasar. En cómo he dejado marchitarse cada flor que me daba la vida. Y aún temerosa de esa rapidez, cada nuevo día se me antoja eterno. Y se perfila más que ardua, imposible, la empresa de vivir un día más. 
¡JÁ! Dijo la niña blanca de clase media occidental desde el teclado de su ordenador. "Qué intento fallido de persona, ¿no crees amor?" me dice insolente y sarcástico como cada día mi reflejo en el espejo, al que tanto evito, lo único que odio de verdad. El que siempre lleva razón.

Camino aparentemente sola, pero siempre con mis amigos: Autocompasión, Culpabilidad, Victimismo, Miedo, Tristeza, Ansiedad, Anhedonia, Pánico, Temor, Alodinia, Arrepentimiento, Dolor, Fracaso, Autodestrucción.

Y me convierto para todo aquel que aún me percibe en un agujero negro de felicidad. Y digo eso de "para todo aquel que aún me percibe" porque cada día siento más cierto el hecho de haberme vuelto invisible, inocua. La tembloroso certeza, a veces esperanzada, de que nadie me echa de menos. Triste es saber que no cuentas. Que nunca has contado. Que no figuras en los recuerdos de nadie ni en sus pensamientos. Como el árbol que se cae en mitad del bosque pero no hace ruido, porque no hay nadie para oírlo.

Con ese dolor físico, que tantos creen o creeyeron ficticio, que me atenaza día tras día y me recuerda todo lo que no logré ni lo lograré jamás, que me hace sentir envidias y malos deseos que nunca antes había experimentado. Que hace que quiera tirar de la palanca de freno. Que me envejece, y me hace pequeña a la vez. 

Sin hacer nunca lo debo pero tampoco nunca lo que quiero. Sin saber si quiero algo. 

Sigo lanzando gritos de socorro con la dubitativa convicción de que nadie podrá ayudarme. O peor, de que nadie querrá. Peor aún: de no ser escuchada. 

Si la Reina Malvada del Bosque Encantado me sacase el corazón para estrujarlo y reducirlo a polvo, tal vez no le hiciera falta. Tal vez en lugar de un fulgurante corazón rojo, palpitando con luz propia, encontrase un saquito lleno de ceniza. Negra y sin rescoldos. (Referencia a la serie de televisión Érase una vez).

Y es que si sintiésemos con el corazón, ¿cómo si no iba a ser el mío? Incapaz de sentir nada positivo desde hace tanto para mí, tan poco para el resto, que se confirma la relatividad del tiempo.

Meme de 9gag. Referencia a la letra de la canción The sound of silence

La canción de rigor: "The sound of silence", Simon and Garfunkel.